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sábado, 8 de diciembre de 2012

Cardenal Cipriani - Diálogo de Fe 08/12/2012


El Cardenal Juan Luis Cipriani considera amoral el "Plan Nacional de Derecho Humanos", por el cual se pretende introducir la legalización de las uniones civiles de homosexuales y el aborto.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿Es malo escuchar cantos protestantes?

A mí me gustan mucho, sobretodo los de Marcos Witt y de Rabito que son evangélicos. Yo creo que no tiene nada de malo porque hablan del mismo Dios y escucharlos es practicar el ecumenismo que el Papa nos esta invitando. Además se siente mas bonito que con las alabanzas católicas.
Autor: Martin Zavala M.P.D.

Respuesta:

Vayamos por partes, ya que no es así de sencillo, ni fácil, el afirmar que es algo bueno que el católico se la pase escuchando cantos protestantes sin ningún criterio a seguir. En primer lugar, pensando en el católico común, que normalmente es la mayoría, y en los que están ya en algún grupo pero que no tienen una sólida formación en la fe no es nada recomendable.

Algunas de las razones que nos confirman esto son las siguientes:

1.- Cualquier tipo de canción o canto que lleve "letra" siempre llevará la huella del autor que la compuso. En el caso de los cantos protestantes es igual.

No se puede separar la "teología" o creencias de los hermanos separados de la letra de sus cantos. Pensar así es algo muy ingenuo. En muchas ocasiones el católico canta las alabanzas y al mismo tiempo adquiere "frases" e "ideas" al puro estilo protestante. Un ejemplo de esto es oír repetidamente en algunos laicos católicos "la sangre de Jesús nos cubre", exactamente eso decía Lutero, mientras que nosotros creemos que no solamente nos cubre como algo meramente externo sino que nos transforma interiormente y nos santifica. Estas y otras frases como: "solo Jesús salva"; "somos salvos por la fe" "soy salvo" "no hace falta nada mas que Cristo" "las religiones no salvan" son absorbidas por escuchar cantos protestantes, radio protestante, predicaciones protestantes, Televisión protestante etc.

Esto facilita que poco a poco se pierda la "identidad" del católico. La realidad nos enseña que muchas veces así fue como algunos empezaron y después terminaron en una secta pues se crea un ambiente de admiración  donde la base de la fe es el sentir bonito o la emoción. E incluso hay compositores católicos que tienen alabanzas con errores muy marcados sobre la fe por la influencia evangélica. Hace algún tiempo algo similar a esto lo afirmó el P. Zezinho que es uno de los grandes compositores de música católica y decía que era necesario que se cuidara mas este aspecto y se revisará la letra de los cantos que se componen sin ninguna asesoría.

2.- Desafortunadamente hay católicos "comprometidos" que la razón que usan para decir que "no tiene nada de malo" es que les ‘gusta' esa música.

Esta forma de pensar es con criterios muy malos, pues hace a un lado cualquier criterio objetivo y su única base es el "gusto" o sentimiento, como si lo que importara es que se escuchase bonito. Se parece al católico que escucha la predicación protestante porque también le "gusta" y siente bonito. Esta actitud no tiene nada que ver con el auténtico ecumenismo sino mas bien se trata de un ecumenismo ingenuo donde se hacen a un lado las orientaciones del magisterio para la aplicación del mismo. Nunca ha leído la "Unitatis Redintegratio" ni la "Ut unum Sint" ni el directorio sobre el ecumenismo y piensa que esta practicando el ecumenismo al oír cantos protestantes. Con razón hay tanta confusión hasta en gente que da un servicio dentro de la Iglesia Católica.

3.- Cuando un católico comprometido escucha continuamente los cantos evangélicos lo que hace muchas veces es divulgar esas ideas y las divisiones.
Qué le podría contestar a alguien que lo escucha y le dice que donde puede comprar ese cassette? Acaso le va a decir: vaya hermano a una librería protestante, ellos cantan muy bonito? En realidad sería una falta de coherencia entre lo que predica y lo que cree.

4.- Además, si alguien acepta escuchar los cantos, entonces también tendría que aceptar las predicaciones protestantes y la literatura protestante,
Pues la música solamente es un medio de transmisión, el lenguaje oral es otro y el impreso otro mas. El resultado es un relativismo eclesial donde ser católico es tener puesta "una camiseta mas" y cambiarla cuando ya no le guste.

5.- San Pablo dice: "todo me es permitido, pero no todo me es provechoso".
Esto es un camino a seguir para la persona que de verdad esta comprometida con el Señor Jesucristo. Hay cosas que aunque no fueran malas dice el apóstol, aun así, no las haría. La razón es que con tal de ganar gente para Jesucristo lo puede dejar de hacer.

6.- De hecho uno de los ganchos que usan las sectas es precisamente el canto apara traer a la gente. Es como el "quesito" que se le pone al ratón en la trampa.

Normalmente cuando hacen una "secta" nueva lo primero que compran es el "sonido" para la música. Un ejemplo de como se trata de atraer a la gente es Marcos Witt, que se la pasa en congresos de todas las sectas evangélicas, hasta de las mas anticatólicas y antiecuménicas. El Católico despistado va para sentir bonito y termina engrosando las filas de una secta religiosa.

7.- Fonovisa: ¿ Música 'cristiana' o música protestante?

De hecho el "truco" ha funcionado muy bien y han logrado engañar a algunos medios de comunicación  incluyendo a Fonovisa, univisión, telemundo... que afirman promover música cristiana cuando en realidad se trata de música protestante.

También 'hablan' que tal artista es cristiano cuando en realidad se trata de un 'protestante' mas. Hay algunos que incluso, que como buenas sectas que son, afirman que ellos son 'cristianos' como diciendo que los católicos no lo son. Se les olvida o no saben que es peor, que ninguna de esas iglesias protestantes existía antes de el año 1517. La verdad es que muchos locutores, entrevistadores... no por salir en los medios de comunicación se convierten automáticamente en personas preparadas y mucho menos en lo religioso.

Tanta ignorancia hay en algunos medios de comunicación que hace poco salieron en una premiación para la mejor música cristiana y se trataba en realidad de puros protestantes. Ni modo. Como dice el dicho. De que los hay, los hay... y mientras el católico no proteste, hable y escriba para aclarar las cosas la confusión ira aumentando. Los mismos católicos que trabajan en los medios de comunicación deberían de hablar y aclarar la manipulación y "expropiación" de la palabra 'cristiano' que las sectas están haciendo.

Personalmente hable hace tiempo a fonovisa y una de las encargadas de venta en Estados Unidos era precisamente una protestante interesada en promover a artistas protestantes y no le importaba en absoluto el promover a los autores y artistas católicos  Protestantes disfrazados e infiltrados diciendo que promueven "música cristiana". Ojalá y el católico  con este tema, sea mas astuto y listo para no dejarse engañar tan ingenuamente.

¿Por qué escuchar cosas diferentes a nuestra fe teniendo tesoros espirituales de cantos tan grandes en la Iglesia Católica? (Martín Valverde; Silvia Mertins; Jorge Gomez; Sandy Calderas; P. Zezinho; P. Cesareo Gabaraín. P. Emilio y muchos más.

¿Por qué en vez de eso no invertimos tiempo y dinero en alabanzas y predicaciones católicas para profundizar en nuestra fe?

¿Qué no sería mejor cantar la fe que recibimos de Nuestro Señor por medio de la Iglesia que Él nos dejó?

Cantos católicos hay excelentes. En cualquier librería los hallarás. Muchos y muy buenos CD's de alabanzas católicas que te recomiendo los encontraras aqui en www.alabanzascatolicas.com

Dios te siga bendiciendo en abundancia.
Unos excelentes libros con temas similares son:


Si eres católico, no olvides que como cristianos que somos, debemos de buscar como renovar nuestra vida en Cristo (Jn 15,1-7) e impulsar nuestro apostolado para traer a mucha gente a los pies de Jesucristo (Mt 28,18-20) y no dejar esa labor a las sectas o iglesias protestantes que no poseen la plenitud de los medios de salvación.

Si eres evangélico, mormón o testigo de Jehová te invito a que conozcas en serio lo que es la fe cristiana (Ef 4,13), la Biblia(2 Tes 2,15) y la Iglesia de Cristo (Ef 5,25). Estudia la historia del cristianismo y ora para que Dios siga actuando en tu vida. Dios te ama y espera en el redil de plenitud que ha dejado: La Iglesia católica (Mt 16,18).
Yo simplemente deseo cumplir la voluntad de Dios en plenitud. (Mt 7,21-23) ¿Y usted...?
Recuerda que debes de luchar por conocer, vivir, predicar, celebrar y defender tu fe para ser un auténtico cristiano.

Texto completo de la Catequesis del Papa: Dios nos bendice con su plan de amor (05.12.12)

Queridos hermanos y hermanas:

Al inicio de su carta a los cristianos de Éfeso (cfr 1, 3-14), el Apóstol Pablo eleva una oración de bendición a Dios, Padre del Señor nuestro Jesucristo, que nos introduce a vivir el tiempo de Adviento, en el contexto del Año de la Fe. El tema de este himno de alabanza es el proyecto de Dios ante el hombre, definido con términos llenos de alegría, de estupor y agradecimiento, como un "designio de benevolencia" (v. 9), de misericordia y amor.

¿Por qué el Apóstol eleva a Dios, de lo profundo de su corazón esta bendición? Porque ve su acción en la historia de salvación, cuyo culmen ha sido la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, y comprende cómo el Padre nos ha elegido antes de la creación del mundo para ser sus hijos adoptivos, en su Hijo Unigénito, Jesucristo (cfr Rm 8,14s.; Gal 4,4s.).

Nosotros existimos, desde la eternidad en la mente de Dios, en un gran proyecto que Dios ha custodiado en sí mismo y que ha decidido actuar y revelar "en la plenitud de los tiempos" (cfr Ef 1,10). San Pablo nos hace comprender, entonces, que toda la creación y, en particular, el hombre y la mujer no son fruto de la casualidad, sino que responden a un designio de benevolencia de la razón eterna de Dios que con la potencia creadora y redentora de su palabra da origen al mundo.

Esta primera afirmación nos recuerda que nuestra vocación no es simplemente existir en el mundo, estar insertos en una historia y tampoco ser creaturas de Dios; es algo más grande: es ser elegidos por Dios, incluso antes de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo. En Él, entonces, existimos, por así decirlo, ya desde siempre. Dios nos contempla en Cristo como hijos adoptivos.

El "designio de benevolencia", que el apóstol llama también el "plan de amor" es definido como "el misterio" de la voluntad divina, escondido y manifestado ahora en la persona y la obra de Cristo. La iniciativa divina precede toda respuesta humana, es un don gratuito de su amor que nos acoge y transforma.

¿Pero cuál es el ámbito último de este designio misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios? Es aquel –nos dice San Pablo– de "reconducir a Cristo, única cabeza de todas las cosas" (v. 10). En esta expresión encontramos una de las formulaciones centrales del Nuevo Testamento que nos hacen comprender el designio de Dios, su proyecto de amor hacia toda la humanidad, una formulación que, en el siglo segundo, San Ireneo de Lyon coloca como núcleo de su cristología: "recapitular" toda la realidad en Cristo.

Tal vez alguno de ustedes recuerda la fórmula usada por el Papa San Pío X para la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús: "Instaurare omnia in Christo", fórmula que reclama para sí a esta expresión paulina y que era además el lema de aquel Santo Pontífice.

Pero el Apóstol habla más precisamente de recapitulación del universo en Cristo y esto significa que en el gran designio de la creación y de la historia, Cristo se alza como el centro del camino del mundo, como la columna vertebral de todo, que atrae hacia sí toda la realidad para superar la dispersión y el límite y conducirla a la plenitud querida por Dios. (cfr Ef 1,23).

Este "designio de benevolencia" no se ha quedado, por decirlo de alguna forma, en el silencio de Dios, en las alturas de su cielo: nos lo ha dado a conocer entrando en relación con el ser humano, al cual no ha revelado algo, sino a sí mismo. No ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, se ha comunicado a sí mismo, hasta llegar a ser uno de nosotros, hasta encarnarse.

El Concilio Ecuménico Vaticano II en la Constitución dogmática Dei Verbum dice: «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina» (n. 2). Dios no sólo dice algo, sino que Se comunica, nos atrae a la divina naturaleza y así somos inmersos en ella, divinizados. Dios revela su gran designio de amor entrando en relación con el hombre, acercándose a él hasta el punto de hacerse Él mismo hombre.

El Concilio continúa: "El Dios invisible en su gran amor habla a los hombres como a amigos (cfr Es 33,11; Gv 15,14-15) y vive entre ellos (cfr Bar 3,38) para invitarlos y admitirlos en la comunión consigo" (ibidem). Con la sola inteligencia y sus capacidades el hombre no habría podido alcanzar esta revelación tan luminosa del amor de Dios, y Dios que ha abierto su Cielo y se ha abajado para guiar al hombre en el abismo de su amor.

Incluso San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "Esas cosas que el ojo no ve, que los oídos no oyen, pero que entraron en el corazón del hombre, Dios lo ha preparado para quienes lo aman. Y a nosotros Dios las ha revelado por medio del Espíritu, el Espíritu de hecho conocer bien cada cosa, incluso la profundidad de Dios" (2,9-10).

Y San Juan Crisóstomo, en una célebre página como comentario del inicio de la Carta a los Efesios, invita a gustar toda la belleza de este "designio de benevolencia" de Dios revelado en Cristo, con estas palabras: "¿Qué cosa te falta? Te has convertido en inmortal, en libre, en hijo, en justo, en hermano, en coheredero, con Cristo reinas, con Cristo eres glorificado. Todo se nos ha dado y – como está escrito – "¿cómo no se nos dará toda cosa junto a él?" (Rm 8,32). Tu primicia (cfr 1 Cor 15,20.23) es adorada por los ángeles […]: ¿qué cosa te falta?" (PG 62,11).

Esta comunión en Cristo, por el Espíritu Santo, ofrecida por Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación, no es algo que se superpone a nuestra humanidad, sino el cumplimiento de los más profundos anhelos humanos, de ese deseo de infinito y de plenitud que habita en las profundidades del ser humano, y lo abre a una felicidad que no es temporal ni limitada, sino eterna.

San Buenaventura de Bagnoregio, refiriéndose a Dios que se revela y nos habla a través de las Escrituras para conducirnos a Él, afirma esto: "Las Sagrada Escritura es (…) un libro en el cual están escritas palabras de vida eterna para que, no solo creamos, sino poseamos la vida eterna, en la que veremos, amaremos y serán realizados todos nuestros deseos" (Breviloquium, Prol.; Opera Omnia V, 201s.).

Finalmente, el Beato Papa Juan Pablo II nos recordaba que "La Revelación introduce en la historia un punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar a comprender el misterio de su existencia; pero, por otra parte, este conocimiento remite constantemente al misterio de Dios que la mente humana no puede agotar, sino sólo recibir y acoger en la fe" (Enc.Fides et ratio, 14).

En esta perspectiva, ¿qué cosa es entonces el acto de la fe? Es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios, que se hace conocer, que manifiesta su designio de benevolencia, y, para usar una expresión agustiniana, es dejarse aferrar por la Verdad que es Dios, una Verdad que es Amor. Por ello San Pablo subraya cómo a Dios que ha revelado su misterio, se debe "la obediencia de la fe" (Rm 16,26; cfr 1,5; 2 Cor 10, 5-6), la actitud con la cual "el hombre libremente se abandona todo a Él, prestando plena adhesión del intelecto y de la voluntad Dios que revela y asintiendo voluntariamente a la Revelación que Él da" (Const dogm. Dei Verbum, 5).

Todo esto lleva a un cambio fundamental del modo de relacionarse con la entera realidad, todo aparece en una nueva luz, se trata entonces de una verdadera "conversión", fe y un cambio de mentalidad, porque el Dios que se ha revelado en Cristo y nos ha dado a conocer su designio, nos aferra, nos atrae hacia Él, se convierte en el sentido que sostiene nuestra existencia, en la roca en la que ésta encuentra estabilidad.

En el Antiguo Testamento encontramos una densa expresión sobre la fe, que Dios confía al profeta Isaías para que la comunique al rey de Judá, Acaz. Dios afirma "si no creyesen –es decir si no se mantienen fieles a Dios– no permanecerán firmes". Existe entonces una relación entre estar y comprender, que expresa bien cómo la fe es un acoger en la vida la visión de Dios sobre la realidad, dejar que sea Dios quien nos guíe con su Palabra y los Sacramentos en el comprender qué cosa debemos hacer, cuál es el camino que debemos recorrer, cómo vivir. Pero al mismo tiempo, es propiamente comprender según Dios, ver con sus ojos que mantiene firme la vida, que nos permite "estar en pie", no caer.

Queridos amigos, el Adviento, el tiempo litúrgico que acabamos de iniciar y que nos prepara para la Santa Navidad, nos pone frente ante al misterio luminoso de la venida del Hijo de Dios; frente al gran "designio de benevolencia" con el que quiere atraernos a Sí, para hacernos vivir en plena comunión de alegría y paz con El y nos invita una vez más, en medio de tantas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está presente, de que ha entrado en el mundo, haciéndose hombre como nosotros, para llevar a la plenitud su designio de amor.

Y Dios nos pide que también nosotros seamos una señal de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro caridad, Él quiere entrar en el mundo siempre de nuevo y quiere siempre de nuevo quiere hacer que su luz resplandezca en nuestra noche.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Motu Proprio de Benedicto XVI sobre el SERVICIO DE LA CARIDAD


BENEDICTO XVI
Motu Proprio sobre el
SERVICIO DE LA CARIDAD

Proemio
«La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra» (Carta enc. Deus caritas est, 25).
El servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia (cf. ibíd.); todos los fieles tienen el derecho y el deber de implicarse personalmente para vivir el mandamiento nuevo que Cristo nos dejó (cf. Jn 15, 12), brindando al hombre contemporáneo no sólo sustento material, sino también sosiego y cuidado del alma (cf. Carta enc. Deus caritas est, 28). Asimismo, la Iglesia está llamada a ejercer la diakoniade la caridad en su dimensión comunitaria, desde las pequeñas comunidades locales a las Iglesias particulares, hasta abarcar a la Iglesia universal; por eso, necesita también «una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado» (cf. ibíd., 20), una organización que a su vez se articula mediante expresiones institucionales.
A propósito de esta diakonia de la caridad, en la Carta encíclica Deus caritas est señalé que «es propio de la estructura episcopal de la Iglesia que los Obispos, como sucesores de los Apóstoles, tengan en las Iglesias particulares la primera responsabilidad de cumplir» el servicio de la caridad (n. 32), y observaba que «el Código de Derecho Canónico, en los cánones relativos al ministerio episcopal, no habla expresamente de la caridad como un ámbito específico de la actividad episcopal» (ibíd.). Aunque «el Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos ha profundizado más concretamente el deber de la caridad como cometido intrínseco de toda la Iglesia y del Obispo en su diócesis» (ibíd.), en cualquier caso era necesario colmar dicha laguna normativa a fin de expresar adecuadamente, en el ordenamiento canónico, el carácter esencial del servicio de la Caridad en la Iglesia y su relación constitutiva con el ministerio episcopal, trazando los perfiles jurídicos que conlleva este servicio en la Iglesia, especialmente si se presta de manera organizada y con el sostén explícito de los Pastores.
Desde esta perspectiva, por tanto, con el presente Motu proprio deseo proporcionar un marco normativo orgánico que sirva para ordenar mejor, en líneas generales, las distintas formas eclesiales organizadas del servicio de la caridad, que está estrechamente vinculada a la naturaleza diaconal de la Iglesia y del ministerio episcopal.
Se ha de tener muy presente que «la actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo» (ibíd., 34). Por tanto, en la actividad caritativa, las numerosas organizaciones católicas no deben limitarse a una mera recogida o distribución de fondos, sino que deben prestar siempre especial atención a la persona que se encuentra en situación de necesidad y llevar a cabo asimismo una preciosa función pedagógica en la comunidad cristiana, favoreciendo la educación a la solidaridad, al respeto y al amor según la lógica del Evangelio de Cristo. En efecto, en todos sus ámbitos, la actividad caritativa de la Iglesia debe evitar el riesgo de diluirse en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes (cf. ibíd., 31).
Las iniciativas organizadas que promueven los fieles en el sector de la caridad en distintos lugares son muy diferentes entre ellas y requieren una gestión apropiada. De modo particular, se ha desarrollado en el ámbito parroquial, diocesano, nacional e internacional la actividad de la «Caritas», institución promovida por la Jerarquía eclesiástica, que se ha ganado justamente el aprecio y la confianza de los fieles y de muchas otras personas en todo el mundo por el generoso y coherente testimonio de fe, así como por la concreción a la hora de responder a las peticiones de las personas necesitadas. Junto a esta amplia iniciativa, sostenida oficialmente por la autoridad de la Iglesia, han surgido en diferentes lugares otras múltiples iniciativas, que nacen del libre compromiso de los fieles que quieren contribuir de diferentes maneras con su esfuerzo a testimoniar concretamente la caridad para con las personas necesitadas. Tanto unas como otras son iniciativas distintas en cuanto al origen y al régimen jurídico, aunque expresan igualmente sensibilidad y deseo de responder a una misma llamada.
La Iglesia, en cuanto institución, no puede ser ajena a las iniciativas que se promueven de modo organizado y son libre expresión de la solicitud de los bautizados por las personas y los pueblos necesitados. Por esto, los Pastores deben acogerlas siempre como manifestación de la participación de todos en la misión de la Iglesia, respetando las características y la autonomía de gobierno que, según su naturaleza, competen a cada una de ellas como manifestación de la libertad de los bautizados.
Junto a ellas, la autoridad eclesiástica ha promovido por iniciativa propia obras específicas, a través de las cuales provee institucionalmente a encauzar las donaciones de los fieles, según formas jurídicas y operativas adecuadas que permitan llegar a resolver con más eficacia las necesidades concretas.
Sin embargo, en la medida en que dichas actividades las promueva la propia Jerarquía, o cuenten explícitamente con el apoyo de la autoridad de los Pastores, es preciso garantizar que su gestión se lleve a cabo de acuerdo con las exigencias de las enseñanzas de la Iglesia y con las intenciones de los fieles y que respeten asimismo las normas legítimas emanadas por la autoridad civil. Frente a estas exigencias, era necesario determinar en el derecho de la Iglesia algunas normas esenciales, inspiradas en los criterios generales de la disciplina canónica, que explicitaran en este sector de actividades las responsabilidades jurídicas que asumen en esta materia los diversos sujetos implicados, delineando en particular la posición de autoridad y de coordinación que corresponde en esto al Obispo diocesano. Dichas normas, sin embargo, debían tener una amplitud suficiente para comprender la apreciable variedad de instituciones de inspiración católica que, en cuanto tales, actúan en este sector, tanto las que nacieron por impulso de la Jerarquía, como las que surgieron por iniciativa directa de los fieles, y que los Pastores del lugar acogieron y alentaron. Si bien era necesario establecer normas al respecto, era preciso a su vez tener en cuenta cuanto requiere la justicia y la responsabilidad que los Pastores asumen frente a los fieles, respetando la legítima autonomía de cada ente.
Parte dispositiva
Por consiguiente, a propuesta del Emmo. Presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», tras haber escuchado el parecer del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, establezco y decreto lo siguiente:
Art. 1. - § 1. Los fieles tienen el derecho de asociarse y de instituir organismos que lleven a cabo servicios específicos de caridad, especialmente en favor de los pobres y los que sufren. En la medida en que estén vinculados al servicio de caridad de los Pastores de la Iglesia y/o por ese motivo quieran valerse de la contribución de los fieles, deben someter sus Estatutos a la aprobación de la autoridad eclesiástica competente y observar las normas que siguen.
§ 2. En los mismos términos, también es derecho de los fieles constituir fundaciones para financiar iniciativas caritativas concretas, según las normas de los cánones 1303 CIC y 1047 CCEO. Si este tipo de fundaciones respondiese a las características indicadas en el § 1 se observarán asimismo, congrua congruis referendo, las disposiciones de la presente ley.
§ 3. Además de observar la legislación canónica, las iniciativas colectivas de caridad a las cuales hace referencia el presente Motu Proprio deben seguir en su actividad los principios católicos, y no pueden aceptar compromisos que en cierta medida puedan condicionar la observancia de dichos principios.
§ 4. Los organismos y las fundaciones que promueven con fines de caridad los Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica están sujetos a la observancia de las presentes normas y deben seguir cuanto establecido en los cánones 312 § 2 CIC y 575 § 2 CCEO.
Art. 2. - § 1. En los Estatutos de cada organismo caritativo a los que hace referencia el artículo anterior, además de los cargos institucionales y las estructuras de gobierno según el can. 95 § 1 CIC, también se expresarán los principios inspiradores y las finalidades de la iniciativa, las modalidades de gestión de los fondos, el perfil de los propios agentes, así como las relaciones y las informaciones que han de presentar a la autoridad eclesiástica competente.
§ 2. Un organismo caritativo puede usar la denominación de «católico» sólo con el consentimiento escrito de la autoridad competente, como se indica en el can. 300 CIC.
§ 3. Los organismos con finalidad caritativa que promueven los fieles pueden tener un Asistente eclesiástico nombrado con arreglo a los Estatutos, conformemente a los cánones 324 § 2 y 317 CIC.
§ 4. Al mismo tiempo, la autoridad eclesiástica deberá tener presente el deber de regular el ejercicio de los derechos de los fieles a tenor de los cánones 223 § 2 CIC y 26 § 3 CCEO, con el fin de evitar el multiplicarse de las iniciativas de servicio de caridad en detrimento de la operatividad y la eficacia respecto a las finalidades que se proponen.
Art. 3.- § 1. A efectos de los artículos anteriores, se entiende por autoridad competente, en los respectivos niveles, la que se indica en los cánones 312 CIC y 575 CCEO.
§ 2. Si se trata de organismos no aprobados en el ámbito nacional, aunque trabajen en varias diócesis, se entiende por autoridad competente el Obispo diocesano del lugar en el cual se encuentre la sede principal de dicho ente. En cualquier caso, la organización tiene el deber de informar a los Obispos de las demás diócesis en las cuales lleva a cabo su labor, y de respetar sus indicaciones en relación a las actividades de las distintas entidades caritativas presentes en la diócesis.
Art. 4. - § 1. El Obispo diocesano (cf. can. 134 § 3 CIC y can. 987 CCEO) ejerce su solicitud pastoral por el servicio de la caridad en la Iglesia particular que tiene encomendada como Pastor, guía y primer responsable de ese servicio.
§ 2. El Obispo diocesano favorece y sostiene iniciativas y obras de servicio al prójimo en su Iglesia particular, y suscita en los fieles el fervor de la caridad laboriosa como expresión de vida cristiana y de participación en la misión de la Iglesia, como se señala en los cánones 215 y 222 CIC y 25 y 18 CCEO.
§ 3. Corresponde al respectivo Obispo diocesano vigilar a fin de que en la actividad y la gestión de estos organismos se observen siempre las normas del derecho universal y particular de la Iglesia, así como las voluntades de los fieles que hayan hecho donaciones o dejado herencias para estas finalidades específicas (cf. cánones 1300 CIC y 1044 CCEO).
Art. 5. - El Obispo diocesano debe asegurar a la Iglesia el derecho de ejercer el servicio de la caridad, y cuidar de que los fieles y las instituciones bajo su vigilancia observen la legislación civil legítima en materia.
Art. 6. – Es tarea del Obispo diocesano, como indican los cánones 394 § 1 CIC y 203 § 1 CCEO, coordinar en su circunscripción las diversas obras de servicio de caridad, tanto las que promueve la Jerarquía misma, como las que responden a la iniciativa de los fieles, respetando la autonomía que les fuese otorgada conformemente a los Estatutos de cada una. En particular, vele para que sus actividades mantengan vivo el espíritu evangélico.
Art. 7. - § 1. Las entidades a las que hace referencia el art. 1 § 1 deben seleccionar a sus agentes entre personas que compartan, o al menos respeten, la identidad católica de estas obras.
§ 2. Con el fin de garantizar el testimonio evangélico en el servicio de la caridad, el Obispo diocesano debe velar para que quienes trabajan en la pastoral caritativa de la Iglesia, además de la debida competencia profesional, den ejemplo de vida cristiana y prueba de una formación del corazón que testimonie una fe que actúa por la caridad. Con este objetivo, provea a su formación también en ámbito teológico y pastoral, con específicos curricula concertados con los directivos de los varios organismos y con propuestas adecuadas de vida espiritual.
Art. 8. – Donde fuese necesario por número y variedad de iniciativas, el Obispo diocesano debe establecer en la Iglesia que se le ha encomendado una oficina que en su nombre oriente y coordine el servicio de la caridad.
Art. 9. - § 1. El Obispo debe favorecer la creación en cada parroquia de su circunscripción de un servicio de «Caritas» parroquial o análogo, que promueva asimismo una acción pedagógica en el ámbito de toda la comunidad para educar en el espíritu de una generosa y auténtica caridad. Si fuera oportuno, dicho servicio se constituirá en común para varias parroquias del mismo territorio.
§ 2. Corresponde al Obispo y al párroco respectivo asegurar que, en el ámbito de la parroquia, junto a la «Caritas» puedan coexistir y desarrollarse otras iniciativas de caridad, bajo la coordinación general del párroco, si bien teniendo en cuenta cuanto indicado en el art. 2 § 4.
§ 3. Es un deber del Obispo diocesano y de los respectivos párrocos evitar que en esta materia se induzca a error o malentendidos a los fieles, por lo que deben impedir que a través de las estructuras parroquiales o diocesanas se haga publicidad de iniciativas que, aunque se presenten con finalidades de caridad, propongan opciones o métodos contrarios a las enseñanzas de la Iglesia.
Art. 10. - § 1. Corresponde al Obispo la vigilancia sobre los bienes eclesiásticos de los organismos caritativos sujetos a su autoridad.
§ 2. Es un deber del Obispo diocesano asegurarse de que los ingresos provenientes de las colectas que se realicen en conformidad a los cánones 1265 y 1266 CIC, y cánones 1014 y 1015 CCEO, se destinen a las finalidades para las cuales se han recogido (cánones 1267 CIC, 1016 CCEO).
§ 3. En particular, el Obispo diocesano debe evitar que los organismos de caridad sujetos a su cargo reciban financiación de entidades o instituciones que persiguen fines en contraste con la doctrina de la Iglesia. Análogamente, para no dar escándalo a los fieles, el Obispo diocesano debe evitar que dichos organismos caritativos acepten contribuciones para iniciativas que, por sus fines o por los medios para alcanzarlos, no estén de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
§ 4. De modo particular, el Obispo debe cuidar que la gestión de las iniciativas que dependen de él sea testimonio de sobriedad cristiana. A este fin, debe vigilar que los sueldos y gastos de gestión respondan a las exigencias de la justicia y a los necesarios perfiles profesionales, pero que a su vez sean debidamente proporcionados a gastos análogos de la propia Curia diocesana.
§ 5. Para permitir que la autoridad eclesiástica a la que hace referencia el art. 3 § 1 pueda ejercer su deber de vigilancia, las entidades mencionadas en el art. 1 § 1 deben presentar al Ordinario competente el balance anual, en el modo que indique el propio Ordinario.
Art. 11. - El Obispo diocesano debe, si fuera necesario, hacer público a sus fieles el hecho que la actividad de un determinado organismo de caridad ya no responde a las exigencias de las enseñanzas de la Iglesia, prohibiendo por consiguiente el uso del nombre «católico» y adoptando las medidas pertinentes en el caso de que aparecieran responsabilidades personales.
Art. 12.- § 1. EI Obispo diocesano debe favorecer la acción nacional e internacional de los organismos de servicio de la caridad bajo su solicitud pastoral, en particular la cooperación con las circunscripciones eclesiásticas más pobres, análogamente a cuanto establecen los cánones 1274 § 3 CIC y 1021 § 3 CCEO.
§ 2. La solicitud pastoral por las obras de caridad, según las circunstancias de tiempo y de lugar, pueden ejercerla conjuntamente varios Obispos de las diócesis más cercanas respecto a más de una Iglesia, en conformidad con el derecho. Si se tratase de ámbito internacional, es preciso consultar preventivamente el Dicasterio competente de la Santa Sede. Asimismo, es oportuno que, para iniciativas de caridad de ámbito nacional, el Obispo consulte la oficina correspondiente de la Conferencia Episcopal.
Art. 13.- La autoridad eclesiástica del lugar conserva siempre íntegro el derecho de dar su consentimiento a las iniciativas de organismos católicos que se desarrollen en el ámbito de su competencia, en el respeto de la normativa canónica y de la identidad propia de cada organismo, y es su deber de Pastor vigilar a fin de que las actividades realizadas en su diócesis se lleven a cabo conformemente a la disciplina eclesiástica, prohibiéndolas o adoptando las medidas necesarias si no la respetasen.
Art. 14. - Donde sea oportuno, el Obispo promueva las iniciativas de servicio de la caridad en colaboración con otras Iglesias o Comunidades eclesiales, salvando las peculiaridades propias de cada uno.
Art. 15. - § 1. El Consejo Pontificio «Cor Unum» tiene la tarea de promover la aplicación de esta normativa y de vigilar que se aplique en todos los ámbitos, sin perjuicio de la competencia del Consejo Pontificio para los Laicos sobre las asociaciones de fieles, prevista en el art. 133 de la Constitución apostólica Pastor Bonus, así como la de la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, y salvadas las competencias generales de los demás Dicasterios y Organismos de la Curia Romana. En particular, el Consejo Pontificio «Cor Unum» debe vigilar que el servicio de la caridad de las instituciones católicas en ámbito internacional se desarrolle siempre en comunión con las respectivas Iglesias particulares.
§ 2. Análogamente, compete al Consejo Pontificio «Cor Unum» la erección canónica de organismos de servicio de caridad en el ámbito internacional, asumiendo sucesivamente las tareas disciplinarias y de promoción que correspondan por derecho.
Ordeno que todo lo que he deliberado con esta Carta apostólica en forma de Motu Proprio se observe en todas sus partes, no obstante cualquier disposición contraria, aunque sea digna de particular mención, y establezco que se promulgue mediante la publicación en el periódico «L'Osservatore Romano», y que entre en vigor el 10 de diciembre de 2012.
Dado en el Vaticano, el día 11 de noviembre del año 2012, octavo de Nuestro Pontificado.

BENEDICTUS PP. XVI

© Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana

Intención General del Apostolado de la Oración de Su Santidad Benedicto XVI

Intención General del Apostolado de la Oración de Su Santidad Benedicto XVI es “Para que los migrantes sean acogidos en todo el mundo con generosidad y amor auténtico, especialmente por las comunidades cristianas”, y la intención de oración Misionera es “Para que Cristo se revele a toda la humanidad con la luz que emana de Belén y se refleja en el rostro de la Iglesia”.

TEXTO ALOCUCIÓN PONTIFICIA PREVIA AL REZO MARIANO DEL ANGELUS 02.12.12 / Primer Domingo de Adviento en el Año de la fe

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy la Iglesia inicia un nuevo Año litúrgico, un camino que viene ulteriormente enriquecido por el Año de la fe, a 50 años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. El primer Tiempo de este itinerario es el Adviento, formado, en el Rito Romano, por las cuatro semanas que preceden el Nacimiento del Señor, es decir el misterio de la encarnación. La palabra «adviento» significa «venida» o «presencia». En el mundo antiguo indicaba la visita del rey o del emperador a una provincia; en el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Dios, a su presencia en el mundo; un misterio que envuelve por entero el cosmos y la historia, pero que conoce dos momentos culminantes: la primera y la segunda venida de Jesucristo. La primera es en la Encarnación; la segunda es el regreso glorioso al final de los tiempos. Estos dos momentos, que cronológicamente son distantes -y no nos es dado saber cuánto-, en profundidad se tocan, porque con su muerte y resurrección Jesús ha realizado ya aquella transformación del hombre y del cosmos que es la meta final de la creación. Sin embargo antes del final, es necesario que el Evangelio sea proclamado a todas las naciones, dice Jesús en el Evangelio de san Marcos (cfr Mc 13,10). La venida del Señor continúa, el mundo debe ser penetrado por su presencia. Y esta venida permanente del Señor en el anuncio del Evangelio requiere continuamente nuestra colaboración; y la Iglesia, que es como la Novia, la prometida Esposa del Cordero de Dios crucificado y resucitado (cfr Ap 21,9), en comunión con su Señor colabora en esta venida del Señor, en la que ya empieza su regreso glorioso.

A esto nos llama hoy la Palabra de Dios, trazando la línea de conducta a seguir para estar preparados a la venida del Señor. En el Evangelio de Lucas, Jesús dice a sus discípulos: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez … Estad en vela orando en todo tiempo» (Lc 21,34.36). Por lo tanto, sobriedad y oración. Y el apóstol Pablo añade la invitación a «progresar y sobreabundar en el amor» de unos con otros, y para con todos para que se consoliden los corazones con santidad irreprochable ante Dios (cfr 1 Ts 3,12-13). En medio del desorden del mundo, o en los desiertos de la indiferencia y del materialismo, los cristianos acogen de Dios la salvación y la testimonian con un modo diverso de vivir, como una ciudad colocada sobre un monte. «En Aquellos días - anuncia el profeta Jeremías - estará a salvo Jerusalén, y la llamarán "El Señor es nuestra justicia"» (33,16). La comunidad de los creyentes es signo del amor de Dios, de su justicia que ya está presente y operosa en la historia pero que no está todavía plenamente realizada, y por lo tanto es siempre esperada, invocada, buscada con paciencia y valor. 

La Virgen María encarna perfectamente el espíritu del Adviento, hecho de la escucha de Dios, de deseo profundo de cumplir con su voluntad, de gozoso servicio hacia el prójimo. Dejémonos guiar por ella, para que el Dios que viene no nos encuentre cerrados o distraídos, sino que pueda, en cada uno de nosotros, extender un poco de su reino de amor, de justicia y de paz. 

Traducción: Patricia L. Jáuregui Romero

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